Corresponsales

Una buena publicidad para los medios de comunicación anunciaría que ellos han borrado las fronteras. Que la distancia ha sido anulada. Que el tiempo se aprovecha mejor con estos medios.

Sin embargo, es evidente que nuestro interés por las telecomunicaciones aloja un núcleo (algunos dirán periferia, otros usarán el término membrana) donde subsisten muchas figuras antiguas. Las fronteras siguen estando ahí para ser salvadas, como si estuviéramos en la ficción de una novela rusa: identidades secretas, disfraces, salvoconductos, largos viajes a caballo. Las delimitaciones geográficas están más activas que nunca: límites políticos, religiosos, militares, culturales, emocionales, etc. El acto casi banal de una videollamada, por ejemplo, me da una placentera sensación de potencia (poder hacer) de cara a esas fronteras de múltiples cabezas.

Pero, aunque la línea está siendo transgredida y la distancia está siendo contraída, la necesidad de delimitar conjuntos de identidad y pertenencia nunca es anulada. Anular lo que queremos superar terminaría este juego relacional.

A cada jugada relacional corresponde un desplazamiento, como diría Lyotard, pero en los nuevos hábitos sociales se ausentan los desplazamientos de ubicación, dando fin a la novela rusa. Sí, seguimos aventurándonos físicamente: viajes, obstáculos, expediciones entre la maleza de distintas culturas. Pero, de algún modo, en nuestros días, un lugar fijo, inmóvil, nos acompaña permanentemente. Siempre estamos cerca de una pantalla, una digitación, de un acceso a la red. Movilidad corporal sin cambio de ubicación.

Reacciono asumiendo una figura simétrica, inversa y, como dije, antigua, aunque no tanto como el nomadismo: ubicaciones múltiples sin movilidad corporal. Nombraré esta figura como CORRESPONSALES. Por supuesto, es sólo una de las muchas relaciones posibles entre movilidad y ubicación. Cada quién se apropiará estas posibilidades según su deseo.

Primero, recordemos donde tenemos corresponsales. De algún modo, nuestra vida «siempre está en otra parte», gracias a sujetos que actúan como afecciones pero no en el sentido temporal, sino más bien en el sentido de ubicación. Más que desde la memoria (pasado) o el deseo (futuro), mi corresponsal me afecta porque me vive en otro lugar, me vive «allá», su lugar habitual, ahí donde yo podría ir, pero al hacerlo se volvería en otro «aquí». En la imposibilidad de estar en un «allá», lo comunicado por el corresponsal deviene en ricas cualidades. Pero, del inmenso entorno cotidiano, allá y aquí, tendremos que elegir aquellas cualidades que refuercen el sentido de la comunicación y la significación. La corresponsalía crea una cualidad que está allá y aquí, nutrida de ambas ubicaciones, y a la vez no se halla en ninguna, porque nunca podemos estar en dos o más sitios simultáneamente.

Luciano Sánchez-Tual